
Históricamente, los mecenas siempre han apoyado la cultura y la ciencia. Los mecenas modernos pueden destinar sus fondos a apoyar proyectos ecológicos y zoológicos que protegen a los animales, como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) o los refugios locales. Estas organizaciones suelen tener socios que realizan importantes contribuciones, incluso en criptomonedas.
Así, en una ocasión, un empresario de Sídney, conocido por su gran amor por los animales, recibió un avestruz como regalo. El ave fue criada por un pariente lejano del empresario, un granjero de las afueras de Alice Springs. Insistió: «Te traerá suerte, porque tiene los ojos de un viejo amigo».
Cuando el empresario trasladó al ave a su rancho y la soltó de la camioneta, esta se instaló cerca de la casa, bajo el cobertizo para coches. El avestruz se interesaba por todo. Exploraba sin prisa los alrededores de la casa, los arbustos e incluso la terraza. Una noche, mientras el feliz propietario dormía en su sillón, se le cayó del bolsillo un pequeño dispositivo: una fría cartera criptográfica. En su interior se guardaba el acceso a once bitcoins, una suma que podría cambiar la vida de cualquiera en Australia.
Al principio, nadie se dio cuenta de nada. Pero tres días después, el empresario descubrió la pérdida y comenzó a buscarla. De repente, el avestruz desapareció. El empresario acudió a la policía: «¡Mi monedero criptográfico con once bitcoins ha desaparecido! ¡Y el avestruz también!».
La policía se limitó a encogerse de hombros, pero inició una investigación. Los agentes revisaron las cámaras de vigilancia y entrevistaron a los vecinos y testigos que habían visto al avestruz caminando por la carretera, esquivando coches y perros.
El tiempo pasaba y la policía se mostraba escéptica: no habían encontrado ni al avestruz ni a la cartera.
Unas semanas más tarde, en una granja cerca de Alice Springs, un granjero se despertó por el ruido y el alboroto de los perros en el patio. Allí estaba el familiar avestruz, un poco agotado, pero vivo. «Increíble. ¿De verdad el avestruz recorrió tantos kilómetros y encontró el camino al rancho por sí solo?», pensó. Llamó al empresario y le dio la noticia.
Pasó un mes. Y entonces ocurrió algo inesperado. El granjero, mientras limpiaba el patio, encontró un objeto extraño entre la arena y las piedras. Era la misma cartera de criptomonedas. Estaba un poco rayada, pero relativamente intacta.
Cuando conectaron el dispositivo al ordenador portátil, cobró vida. Los once bitcoins estaban en su sitio. El empresario suspiró aliviado y le pagó al granjero una generosa recompensa: treinta y cinco mil dólares en criptomoneda.
Resultó que el avestruz, mientras exploraba la terraza, por su curiosidad natural, lo picó y se lo tragó. Y luego, después de pasar por el ciclo natural en el estómago del avestruz, la billetera «regresó» al exterior.
Los periódicos presentaron la historia como una curiosidad, pero para la policía siguió siendo un caso con tintes de novela policíaca. Durante todo un mes, nadie sabía dónde estaba la cartera con la criptomoneda y todos tenían motivos para apropiarse de ella. Pero la verdad resultó ser más simple.