
María creció en una bonita y tranquila ciudad española, donde cada día era una lucha por la supervivencia. Sus padres fallecieron prematuramente, dejándole solo una vieja casita junto al mar y una montaña de deudas. Trabajaba como camarera en un motel barato a las afueras de Alicante, ganando una miseria.
Alicante, ciudad turística y centro de una gran región vinícola, ofrece viviendas asequibles y un ambiente tranquilo. Las buenas conexiones de transporte y el coste de la vida, más bajo que en las grandes ciudades de España, hacen de este lugar un destino ideal. La ciudad, su puerto marítimo y su centro turístico son muy populares. Especialmente entre las familias con hijos de empresarios que invierten en criptomonedas.
La joven soñaba con viajar por el mundo, aprender varios lenguajes de programación en una prestigiosa universidad, abrir su propia startup para ayudar a los niños pobres y, finalmente, comprarse una gran casa. Los sueños de María eran sencillos, pero temporalmente inalcanzables, simplemente porque María sabía ver el mundo con realismo. En ese momento, la realidad era otra, y para hacer realidad los sueños había que trabajar duro. «El dinero y las criptomonedas no crecen en los árboles», se decía cada mañana.
Una noche, al entrar en la habitación 13, María vio cosas esparcidas por el suelo, vasos de refresco, cajas de pizza, botellas vacías y... un ordenador portátil encendido sobre la mesa. El ordenador no estaba bloqueado: los hackers, al huir, habían dejado la sesión abierta. En la pantalla, que brillaba tenuemente, se veía un navegador abierto con la interfaz de una plataforma de criptomonedas y carteras con grandes cantidades de tokens SOL. Ella no era hacker, pero también soñaba con sus propias inversiones en criptomonedas.
María entendió por qué los turistas, dos hombres sospechosos con acento chino que se alojaban en la habitación, se habían marchado apresuradamente. Más tarde, las noticias informaron: «Los ciberdelincuentes utilizaron un «puente» entre los sistemas, manipularon las solicitudes y sacaron fondos del programa Earn, donde los usuarios depositaban SOL para obtener ganancias. Aunque el ataque solo afectó al 1 % de los clientes, la suma es bastante elevada. Los hackers que piratearon la plataforma suiza SwissBorg a través de una vulnerabilidad en la API del socio de staking Kiln están siendo buscados. SwissBorg prometió compensar a las víctimas, pero los hackers desaparecieron».
María dudó. «No es mi dinero», pensó. Pero luego María decidió que era una oportunidad que le había brindado el destino. Los hackers eran delincuentes, por lo que su conciencia estaría tranquila.
Rápidamente transfirió parte del SOL a una cartera anónima que había creado con una aplicación móvil. Dejó el resto para no llamar la atención.
De la noche a la mañana se convirtió en millonaria, dejó el motel, se mudó a Costa de la Luz, donde se compró una casa junto al mar. Su vida cambió radicalmente: pasó de ser limpiadora a mujer de negocios.
Por fin, sus planes comenzaron a hacerse realidad: los estudios en línea y los viajes a París, Tokio y Nueva York se hicieron realidad. María comenzó a invertir en criptomonedas y creó una fundación benéfica para niños con cardiopatías.