La noticia de que en Argentina un tribunal acusó a la hija y al yerno de un nazi que robó cuadros a judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial se difundió rápidamente por todo el mundo. Aunque a la pareja solo se le imputa el encubrimiento de obras de arte robadas, entre ellas 22 lienzos del artista francés Henri Matisse, siguen saliendo a la luz nuevos detalles sobre el sonado robo de cuadros, cuyo valor se estima en millones de dólares. Además, esta colección está relacionada con una historia policíaca de gran suspense en la que, para ocultar el delito, se utilizó la criptomoneda como forma de pago. Una historia que comenzó mucho antes de que, en un anuncio de venta de inmuebles en Argentina, se descubriera por casualidad un interesante lienzo del siglo XVIII.
En la actualidad, los investigadores están trabajando en la hipótesis de que los propietarios no solo querían vender la propiedad, sino también, en parte, las obras de arte. Después de todo, ya se ha demostrado que, con el fin de ocultar los fondos obtenidos por la venta de los cuadros, crearon varias cuentas, incluidas algunas en criptomonedas. Los datos históricos sobre los lienzos indican que altos cargos nazis, encabezados por el fundador de la Gestapo, Hermann Göring, robaron la colección de Goodsticker y se la repartieron entre ellos. Para transportar el tesoro robado a Sudamérica, se designó responsable al asesor financiero de Hitler, Kadgien. Pero luego se perdió el rastro de esta colección durante mucho tiempo y fue encontrada, por pura casualidad, en Argentina.
Según la información operativa, un hombre y una mujer se pusieron en contacto con «traficantes negros» ya en 2024. Los primeros acuerdos terminaron con la transferencia de varios anticipos a una de sus carteras de criptomonedas. Sin embargo, la situación se salió de control en el momento en que entró en juego otro actor: un ladrón que se enteró de la «actividad clandestina» de la pareja. Intentó entrar en la casa para robar los cuadros. Pero el ladrón calculó mal: la alarma se activó y el malhechor huyó sin poder llevarse ninguna obra maestra. En lugar de un cuadro, cogió lo primero que le vino a la mano: una simple lata metálica de café. Como se descubrió más tarde, dentro de la lata había dos carteras vacías. De hecho, el ladrón, al no conseguir las obras de arte, se llevó un botín aún más valioso: el acceso a los activos digitales. Aunque las imágenes de las cámaras de vigilancia ayudaron a reconstruir la trayectoria del ladrón, aún no se ha identificado a la persona.
Según las estimaciones preliminares de los especialistas, estos soportes podrían contener las claves de acceso a los mismos anticipos que la pareja recibió por acuerdos ilegales. Los expertos explican que, si las claves robadas no están protegidas por un sistema multinivel, los propietarios podrían perder para siempre el control sobre los fondos.
Entre otras cosas, los servicios especiales están investigando cómo la pareja se preparaba para vender parte de la colección en el mercado negro, quién podría haber actuado como intermediario y si el ladrón está relacionado con grupos criminales rivales que querían hacerse con la «mercancía».
Tampoco hay una respuesta clara a la pregunta de si la pareja aún tiene en su poder activos en criptomonedas obtenidos de forma ilícita o si toda la información sobre las cuentas se encontraba en las carteras robadas. No se descarta la versión de un ladrón ocasional que intentaba hacerse con un botín fácil en forma de obras de arte.