Los tiempos de los mapas piratas con cruces han quedado atrás, pero la sed humana de aventuras y riquezas no ha desaparecido. Ahora, en lugar de cofres antiguos, la gente busca artefactos raros, documentos que pueden cambiar el curso de la historia o incluso códigos de acceso a carteras criptográficas. Y a menudo estos «tesoros modernos» se esconden en los rincones más remotos y extravagantes del planeta.
Las personas que están «al tanto», sin excepción, se cuentan entre sí la historia de una isla desierta en medio del Océano Pacífico. No aparece en los mapas turísticos y la mayoría de los viajeros la evitan debido a las corrientes impredecibles y a la gran variedad de serpientes que la habitan. Pero fue precisamente aquí donde en 2021 aterrizó un pequeño hidroavión privado.
El piloto, un antiguo criptoanalista de Estocolmo, decidió esconder parte de sus ahorros: una memoria USB con acceso a una cartera criptográfica multimillonaria. Cuenta la leyenda que buscaba un lugar donde «nadie lo encontraría ni en mil años». Para ello, eligió un viejo árbol de pandán, entre cuyas raíces escondió una pequeña y discreta cápsula. Se desconoce si alguien lo vio durante el aterrizaje del avión o si se lo comieron las serpientes, pero desde entonces el piloto parece haberse esfumado.
El hidroavión fue encontrado en 2024 por una expedición de búsqueda que participaba en otra operación de rescate. El avión estaba semidestruido y solo se veía una parte del fuselaje bajo el agua. Cuando los rescatadores obtuvieron el número de matrícula (un identificador único que se asigna a cada avión durante su fabricación) de este avión, descubrieron a quién pertenecía. El resto de la historia se reconstruyó a partir del diario de los rescatistas y del propio protagonista de los acontecimientos.
Así, en la primavera de 2024, un navegante de Nueva Zelanda llegó accidentalmente a la isla, después de que una tormenta y una tormenta eléctrica lo desviaran de su ruta. No pudo pedir ayuda, ya que el equipo electrónico y la radio dejaron de funcionar porque un rayo había alcanzado el barco. Por lo tanto, el neozelandés tuvo que desembarcar en la isla en busca de agua potable.
Según su testimonio, se topó accidentalmente con un objeto extraño entre las raíces: una pequeña cápsula semitransparente. Al principio pensó que era un fragmento de algún equipo técnico, pero cuando lo abrió, vio una pequeña memoria USB envuelta en una bolsa impermeable.
De vuelta a la civilización, el navegante rescatado decidió intentar conectar la memoria USB a su ordenador portátil. En la pantalla aparecieron los códigos de acceso a la cartera criptográfica.
Posteriormente, esta historia se difundió como la pólvora entre un círculo reducido de navegantes y comunidades marítimas. Algunos lo creyeron, otros lo descartaron, considerándolo un mito.