Una noche, Sergey se armó de valor. Envió un breve mensaje por correo electrónico y esperó la respuesta. Por extraño que parezca, recibió la respuesta de inmediato.
Sergey sospechaba desde hacía tiempo que en un garaje abandonado de la zona industrial, a las afueras de la ciudad, se escondía algo importante; no en vano, alguien había publicado un mensaje en un foro abandonado de entusiastas de las criptomonedas. En el mensaje se insinuaba la existencia de un escondite con las claves de una cartera «inactiva». La cartera contiene una suma considerable, 90 BTC, y el propietario está dispuesto a dar un 15 % a quien consiga recuperar el acceso. Además, la persona quiere permanecer en el anonimato y garantiza la anonimato del ejecutor, en la medida de lo posible.
Metódicamente, paso a paso, peinó cada habitación de la antigua fábrica. Al final del pasillo, le pareció oír un crujido en la puerta. «Por aquí debe de estar la habitación donde antes se sentaba y trabajaba el ingeniero», pensó. Las gotas que caían al suelo desde los agujeros del techo marcaban melódicamente los segundos. Por fin, vio reflejos de luz eléctrica en un charco. «Debe de ser aquí», pensó.
La vieja y pesada puerta crujió desagradablemente cuando él se apoyó en ella con todo su peso, pero cedió. Al entrar en la habitación, vio la silueta de un hombre que rebuscaba entre unos papeles viejos. Entró y saludó. Tras hablar con el desconocido, se dio cuenta de que la tarea no sería tan fácil como parecía al principio. Había demasiadas incógnitas sin las cuales era imposible resolver este rompecabezas. Entendió que para acceder a los fondos y cobrar la recompensa prometida, tal vez también tendría que encontrar la frase semilla. Tendría que encontrar alguna pista.
La búsqueda de información en antiguos correos electrónicos y redes sociales no dio ningún resultado. Pensó para sí mismo: Vaya... Quizás el análisis de las transacciones de blockchain relacionadas con la cartera dé algún resultado. Habría que buscar patrones en los comentarios de las transacciones relacionadas con la dirección de la primera etapa. Por alguna razón, recordó los papeles y la vieja memoria USB del garaje, que no se parecía mucho a una memoria normal. ¿Quizás el código estaba escondido allí?
Pasó la novena semana. La vieja y pesada puerta se abrió. Al cruzar el umbral, escuchó una voz familiar: «Hola. Me has ayudado mucho. Gracias».
Hoy se reunió con un desconocido. Ahora a Serhiy solo le quedaba cambiar la criptomoneda por dinero fiduciario y luego transferirlo a su tarjeta bancaria. Se le presentó un dilema: cambiarlo a hryvnia o a dólares. No tenía intención de quedarse en Ucrania. Durante ese tiempo, Serhii realizó un trabajo titánico. Revisó y reconsideró una enorme cantidad de información. Y no en vano. Encontró todas las respuestas a sus preguntas y finalmente obtuvo su merecida recompensa.